Hace días que pensaba recurrentemente en la desolación, se me acentuó ese sentimiento mientras en mi monitor de veintitantas pulgadas se mezclaban los sonidos del tango y las botellas de cerveza argentina Quilmes chocando unas con otras. Y la desesperanza apareció con Ernesto Sabato. En el “Túnel” relata una historia de amor “frágil” (en el sentido de lo fugaz que puede ser la felicidad) plagada de dependencia departe de él hacia ella. Creo que simplemente, vivir bajo la consigna de lo efímero es un ejemplo claro de toda esa desesperanza y ese nauseabundo sentimiento de pérdida que cada mañana al pisar hasta el fondo el acelerador del auto se va “diluyendo un poco” conforme el velocímetro se acerca a los 100. Yo tengo eso, quizás algunos ni siquiera se sientan mejor viendo pasar autos a su lado.
Me siento estático, y se que cierta soledad me sienta bien; pase 1 semana "completamente solo" en Paris, y aún con mi estupidez de hacer mal las cuentas y quedarme con 40 Euros para la semana, me la pasé bien caminando y durmiendo en una gran habitación de Hotel; comiendo sándwiches y de vez en cuando bebiendo mala cerveza cronemburg. Me despertaba al filo de las 11 am, y a las 12 de la tarde ya estaba caminando por algún sitio, solo bastaba el mapa, mis discman y el saber que probablemente sería una de las pocas ocasiones en la cual podría sentarme en los jardines del Palacio de Luxemburgo a dormir sin preocuparme de abrir lo ojos y tener que pensar en ella burlándose de mi poca "capacidad para actuar". Me ofrecieron sexo en cabinas, transexuales por 15 euros y hash barato; yo solo quería... olvidar, y ahora, sin esa tranquilidad del cementerio de Montparnasse he logrado olvidarme que existía una mujer hace apenas unos meses.
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